Pablo Aguado
Pureza, temple y aroma a torero grande
Pablo Aguado, nacido en Sevilla el 3 de enero de 1991, representa una bocanada de aire fresco para el toreo clásico. Su concepto se basa en la pureza, el temple y la despaciosidad. Cada una de sus actuaciones conecta con el aficionado más exigente, aquel que busca la estética y la emoción sin artificios.
Formado en la Escuela Taurina de Sevilla, desde sus comienzos fue perfilando un estilo sobrio, elegante y con sello propio. Muy pronto, su personalidad artística le abrió paso en el escalafón, y su evolución ha sido una de las más esperadas y celebradas en los últimos años.
El día que todo cambió
El gran punto de inflexión en su carrera fue el 10 de mayo de 2019, durante la Feria de Abril de Sevilla. En aquella tarde mágica, Pablo Aguado cortó cuatro orejas a una corrida de Jandilla, saliendo por la Puerta del Príncipe y situándose de golpe en la primera línea del toreo. Esa tarde se convirtió en una referencia para el aficionado moderno: toreo de seda, sin prisas, con cadencia y verdad.
A partir de ahí, Aguado pasó a formar parte de los carteles de las principales ferias, compartiendo cartel con las grandes figuras del momento, y ganándose el respeto del público y la crítica.
Un toreo para el recuerdo
Lo que distingue a Pablo Aguado es su forma de interpretar el toreo con naturalidad, sin forzar nada, dejando que la emoción surja del ritmo lento de los muletazos y de su impecable colocación. Es un torero que pone la plaza en silencio, que eleva el toreo a una dimensión casi espiritual cuando se encuentra con un toro que le permite expresarse.
No busca la espectacularidad ni los gestos grandilocuentes. Su lidia es una sinfonía de armonía, con un aroma añejo que recuerda a las grandes figuras de otras épocas. Tiene una sensibilidad especial para leer la embestida del toro y construir faenas con una estructura medida y pulcra.
Presente y futuro de un torero artista
Aguado es ya un nombre fijo en las grandes ferias: Madrid, Sevilla, Bilbao, Valencia o Pamplona, entre otras. Aunque su toreo exige del toro unas condiciones determinadas, cuando las encuentra, el resultado es inolvidable.
Su madurez taurina, sumada a su fidelidad a un concepto clásico y puro, hacen de Pablo Aguado un torero imprescindible. Una figura con alma de artista, que aún tiene mucho que decir en el ruedo y que sigue persiguiendo el toreo perfecto, ese que emociona sin alzar la voz.